sábado, 14 de noviembre de 2009
viernes, 18 de septiembre de 2009
Dime con quién andas y te diré qué tomas
Septiembre es el mes de los reencuentros: reencuentros con la secretaria de la facultad, reencuentros con el “Singstars” de las vecinas, reencuentros con la profesora que te había suspendido en junio, con la factura del teléfono de agosto y, cómo no, con tus amigos. Además de los amigos de siempre, tienes a tus viejos amigos, esa gente de la que te has distanciado por unas causas o por otras, pero que siempre que coincides con ellos es una alegría y puedes estar hablando con ellos toda la noche. El secreto de este renovado interés por los viejos amigos es que, como no lo ves nunca, tenéis montones de cosas que contaros. Estos reencuentros, en mi opinión, son lo mejor que tiene el mes más temido del año, así se sobrelleva mejor el síndrome post-vacacional. Lo que me pasó recientemente es que tuve un reencuentro con un amigo del que había oído varias cosas (cosas que no vienen al caso). Unas serían mentiras y otras no, pero cuando hablé cara a cara con él tuve la oportunidad de escucharle hablar sobre esos rumores, y tener la certeza de que no intentaba ocultármelo, lo cual me demostró que a pesar de todo lo que pudiese contar la gente aburrida y resentida esa persona seguía siendo el chaval que conocí con quince años y que sí, había cambiado, igual que yo, pero no se había transformado en el monstruo que aquellos mojigatos iban pregonando.
Y ahora quiero entrar en el tema de verdad: la droga.
Estoy hasta los cojones de los pseudo-modernos que van a ver toda clase de aberrantes películas a la Filmoteca Regional sobre agujas hipodérmicas, brazos gangrenados y apuestos jóvenes que destrozan su vida por la coca, la heroína, el LSD y demás. Nosotros, mientras tanto, consumidores habituales de drogas legalizadas por el estado, como la extrema gilipollez, la puerilidad aberrante y la parálisis mental, llevamos nuestras gafapastas y nuestras boinas y flequillo desfilado a un lado, nos hacemos nuestras fotos superyonkis y quepedazofiestanoche. Pobre actor guapo, pobrecito. No te preocupes, porque él tiene dinero para pagarse su droga y sus clínicas de desintoxicación, sin embargo ya he visto la cara que pones cuando una persona REAL se mete una raya REAL y resulta que tiene un problema que no está detrás de la pantalla, que a lo mejor no tiene dinero para costearse la comida y su vicio, y lo mejor de todo, es que hace menos de dos años pasabas todas tus tardes en su compañía, te estabas yendo de fiesta con él, echándole de menos, y haciéndote fotos que subiríais a yourspace. Pero ha pasado el tiempo y ahora es un jodido yonki al que no te quieres acercar por si te contagia algo, y sobre todo porque mucha gente piensa que no es más que eso, un yonki, y me da igual lo que piense el resto del mundo, pero sí lo que opines tú, que supuestamente le conoces. Así que puedes seguir adoptando tu pose liberal, tolerante y moderna, de joven agnóstico y de izquierdas y colgando tu chapa de anarquía en tu mochila, sigue en tus trece mientras yo espero aquí a que te pegues una ostia contra el asfalto y despiertes de una vez de ese cuento de hadas. Y no me pidas que veamos otra vez Requiem for a Dream. Por favor, no me lo pidas otra vez.
martes, 30 de junio de 2009
La incertidumbre.
Odio
Eso fue lo que me aterró. De pronto se me ocurrió que ahora Zemanek podía ampararse en cualquier momento en su transformación (que, por lo demás, se empeñaba en demostrarme con sospechosa premura) y pedirme en su nombre que lo perdonase. Eso me parecía horroroso. ¿Qué le digo? ¿Qué le respondo? ¿Cómo le explico que no puedo reconciliarme con él? ¿Cómo le explico que perdería repentinamente mi equilibrio interno? ¿Cómo le explico que el fiel de mi balanza interior saldría volando hacia arriba? ¿Cómo le explico que el odio hacia él compensa el mal que cayó sobre mi juventud, sobre mi vida? ¿Cómo le explico que precisamente en él veo realizado todo el mal de mi vida?
¿Cómo le explico que necesito odiarlo?"
Milan Kundera ("La broma")
Existe el peligro de creer que todo lo que lees en un libro de más de doscientas páginas es un valioso consejo existencial de un hombre más experienciado que tú (de eso no cabe duda, entre Kundera y yo). Pero lectores: que no.
lunes, 18 de mayo de 2009
Al fondo del balcón
-¿Qué haces? ¿Qué demonios...? ¿Qué ha pasado aquí?
-Hola, cariño...
-¿Qué llevas en la mano? ¡Enséñamelo, estúpido!
-Tranquila... son solo drogas.
-Dios... pero, ¿qué has hecho? El whisky, el ron, el tequila, el vodka, todas la botellas vacías, todo patas arriba...
-Dios no tiene nada que ver con esto, la decisión ha sido mía, y solo mía. Necesito apoyarme en alguna parte, casi no puedo ver, casi.
-¿Qué has hecho? ¿Para esto me llamas? ¿Para ver como acabas contigo? ¿Para que vea lo mal que estás?
-No, para que me veas tal y como soy justo antes de morir. Porque creía que irme solo sería maravilloso pero empiezas a recordar lo que deberías y no deberías y me he acordado de ti. Me he acordado... Me he acordado del mundo y de las casualidades, de como nos encontramos, y de como nos separamos. Déjame que me siente, déjame que descanse.
-¿Cómo que morirte? Me estás asustando. ¡Llamaré al hospital!
-No.
-¡Estás fatal!
-No, por favor, no lo hagas.
-Déjame hacerlo.
-¡Noooo! ¡Acercate, ven, más cerca, y mírame a los ojos! ¡Mírame a los ojos!
-Dios... deja de llorar, déjame ayudarte.
-Mírame a los ojos y entiéndeme. Necesito irme. Necesito dejar de pensar y de creer que puedo ayudar al mundo con mis escritos, mi poesía, mis palabras. Por eso bebo y fumo, para olvidar que puedo pensar, para olvidar que soy una persona y creerme animal, como todos los de fuera. Para dejar de entrar en razón, y sentirme bien, aunque sea mentira. Como sus vidas, que son de mentira. Yo quiero vivir mi mentira, déjame vivir mi mentira, y morir de verdad.
-No, no hagas eso. Ve a un psicólogo, o algo. Necesitas ayuda.
-Eso dicen. Necesitas ayuda. Necesito ayuda por sentirme diferente, por no ser correspondido, por ser vapuleado y machacado. No, me equivoqué al nacer. Lo hice en el lugar, en la fecha, y en el cuando equivocado. No, no puedo quedarme, y tú lo sabes muy bien. ¿Sabes lo que cuesta ver que todo en lo que trabajas durante años se convierte en arena? ¿Sabes lo duro que es? ¿Sabes lo difícil que es comprender, que para eso por lo que tú creías que valías no existe?
-Llamaré a urgencias...
-¡NOOOOOOO! El mundo necesita una ambulancia. Yo necesito una explicación. ¿Por qué lo permite? ¿Por qué todo el mundo se queda tan tranquilo viendo como todo en lo que creían estalla en mil pedazos y se clava, como cristales afilados, en su pecho? Sí... ellos están como yo, doloridos al ver sus sueños rotos. Despiertan y todavía siguen ahí. No he conocido ni una sola persona que de verdad tenga ganas de vivir. Y yo me siento solo, sin ganas de nada. Ya no soy un guerrero, probablemente nunca lo fui. Los caballeros nunca existieron, solo la sangre y las cabezas cortadas. Los paisajes bucólicos, el carpe diem... Las damas de tez blanca como la nieve, murieron en sus cuadros, murieron en sus poemas, en sus relatos, al igual que yo muero en el mío.
-Por favor, no hagas esto.
-No llores, y escúchame.
-No quiero escucharte, ¿vale? Hay miles de motivos por los que vivir, hay miles de... de estupideces por las que seguir adelante. Puede que el mundo no sea perfecto, que la gente no sea la ideal, que muchos de los valores en los que crees ya no existan...
-...los valores han muerto...
-...pero hay gente que te espera y te respeta. Siempre hay sueños por los que luchar, sueños por los que seguir adelante, sueños por los que vivir.
-Hace tiempo que no duermo. Hace tiempo que no cierro los ojos, y al abrirlos, me siento descansado. Hace tiempo que no soy capaz de creer en nada, que me tumbo y empiezo a llorar como si fuera un bebé. Pero no hay madre que sepa consolarme, ni alimento que cubra mi hambre. Los idealistas han muerto, y su fruto ha llegado a la tierra, se ha podrido, y de la semilla solo han surgido espigas. Me duelen los pies, me duele la mirada. ¿Dónde está ahora ese que se acerca a limpiarte las impurezas? ¿O aquel último que solo le interesa la geometría? ¿Y aquel que ayudaba por ayudar? ¿Dónde está ese héroe? ¿Dónde están los héroes? Odio a los héroes por desaparecer de este mundo. Los envidio por haber comprendido que lo mejor era marcharse. Me marcho con los héroes, a aprender de ellos.
-No... las drogas hablan por mí.
-Las drogas hablan por mí pero con mis palabras. Con lo que siempre quise soltarle al mundo a la ¡CARA! ¿Sabes que pensé un día? Juzgar cada alma del mundo, y si no pasaba la criba, pum, bala en la cabeza. ¿Crees que voy de coña? Mira en ese cajón, ahí está el arma...
-...joder...
-Cuando la compré, me senté en este mismo sofá, la miré, la cargué, y rememoré los rostros de todas y cada una de las personas con las que me había cruzado. Sentí lástima. Tan perdidas...
-¡La gente no está tan perdida como piensas!
-Lo está más. La gente sonríe en la calle. Al chico que limpia las botas. Al que reparte periódicos. Al de las flores. Al del piano. Cuando llega a casa, ¿sabes que hace? Saluda a su familia, se mete en la ducha, y llora, confundiendo agua dulce con salada. Y para él eso es suficiente. ¡No cambiar su vida! ¡No cambiar su forma de ver las cosas! ¡No! ¡Llorar y redimirse! Por eso guardé el arma, porque si tenía que pegarle un tiro a todo aquel que no quiere cambiar, tendría que ser yo el primero. Sufro por querer cambiar la realidad. Y ahora mismo estoy siendo el primero en recibir esa bala, y duele mucho. Demasiado.
-No te rindas, por favor.
-Sí me rindo. Y esta vez te lo pido yo por favor. Si la gente no quiere cambiar, no quiere luchar, y quiere seguir rodeado de tanta mentira, de tantos engaños, y de tanta falsa felicidad, ¿no tengo yo derecho a desaparecer? ¿No tengo yo derecho a elegir que no quiero vivir rodeado de gente así?
-Es una locura.
-Sí, es una locura. Y ahora me voy de este mundo de asesinos. Yo jamás seré aclamado, jamás escribirán sobre mí, porque el arte ha muerto, los clásicos han sido enterrados, y solo importa la ignorancia. Sonríen porque creen que deberían sonreír, pero ni ellos mismos podrían asegurar porqué lo hacen. El arte ha muerto, y yo no puedo vivir en un mundo sin arte. No hay sitio aquí para gente como yo. No debería haber sitio para ningún tipo de gente. Me voy, y mientras el infierno esté vacío, tomaré el sol con los bandidos, los rufianes, y los románticos.
>>No digas nada, escuchame. Les tendí la mano. He visto delante de mí a gente sufriendo de verdad. Por los sentimientos, por una verdad, por una mentira. He intentado ayudar, y no he conseguido nada. No... la gente no quiere ser ayudada. El amor ha muerto.
-El amor nunca morirá.
-El amor siempre ha estado muerto. Lo dejamos tirado en la cuneta un día de nuestras antiguas vidas, y cuando descubrimos el crimen disfrazamos al primer estúpido que pasó. El amor ha muerto, y yo me voy con él.
-No... no te vayas...
-Sí, me voy. Diles a todos que he fracasado, diles a todos que les regalo mi orgullo, ¡que no lo quiero!
-No digas tonterías, no te vas a ninguna parte.
-Me voy... Debo irme. sujétame entre tus brazos, que al final de mis días sienta que existe algo... Sujétame no para vivir, sino para morir... que en el último segundo de mi vida, sienta de verdad...
martes, 12 de mayo de 2009
Dime de lo que presumen...
"(...) En esos casos Oliveira agarraba una hoja de papel y escribía las grandes palabras por las que iba resbalando su rumia. Escribía, por ejemplo: "El gran hasunto", o "la hencrucijada". Era suficiente para ponerse a reír y cebar otro mate con más ganas. "La hunidad", hescribía Holiveira. "El hego y el hotro". Usaba las haches como otros la penicilina.
(...)
Ceder a la generosidad fácil y largarse a pegar carteles clandestinos en las calles le parecía una explicación mundana, un arreglo de cuentas con los amigos que apreciarían su coraje, más que una verdadera respuesta a las grandes preguntas.
(...)
Pero todo era escindible y admitía en seguida una interpretación antagónica: a carácter pasivo correspondía una máxima libertad y disponibilidad, la perezosa ausencia de principios y convicciones lo volvía más sensible a la condición axial de la vida (lo que se llama un tipo veleta) capaz de rechazar por haraganería pero a la vez de llenar el hueco dejado por el rechazo con un contenido libremente escogido por una conciencia o un instinto más abiertos, más ecuménicos por decirlo así.
"Más hecuménicos", anotó prudentemente Oliveira.
(...)
En todo caso Oliveira rechazaba esa salida del yo, esa invasión magnánima del redil ajeno, bumerang ontológico destinado a enriquecer en última instancia al que lo soltaba, a darle más humanidad, más santidad. Siempre se es santo a costa de otro, etc. No tenía nada que objetivar a esa acción en sí, pero la apartaba desconfiado de su conducta personal. Sospechaba la traición apenas cediera a los carteles en las calles o a las actividades de carácter social, una traición vestida de trabajo satisfactorio, de alegrías cotidianas, de conciencia satisfecha, de deber cumplido. Conocía de sobra a algunos comunistas de Buenos Aires y de París, capaces de las peores vilezas pero rescatados en su propia opinión por la lucha. En estas gentes la acción social se parecía demasiado a una coartada, como los hijos suelen ser la coartada de las madres para no hacer anda que valga la pena en esta va, como la erudición con anteojeras sirve para no enterarse de que en la cárcel de la otra cuadra siguen guillotinando a tipos que no deberían ser guillotinados. La falsa acción era casi siempre la más espectacular, la que desencadenada el respeto, el prestigio y las hestatuas hecuestres. (…) La traición era de otro orden, era como siempre la renuncia a centro, la instalación en la periferia, la amravillosa alegría de la hermandad con otros hombres embarcados en la misma acción. Allí donde cierto tipo humano podía realizarse como héroe, Oliverira se sabia condenado a la peor de las comedias. Entonces valía más pecar por omisión que por comisión. Ser actor significaba renunciar a la platea, y él parecía nacido para ser espectador en fila uno. "Lo malo", se decía Oliveira, "es que además pretendo ser un espectador activo y ahí empieza la cosa". Hespectador hactivo. Había que hanalizar despacio el hasunto"
domingo, 26 de abril de 2009
Game over
Fin del juego, nos dice la pantalla sin haber echado las monedas, circulares, brillantes, y oscuras. Fin del juego y nos quedamos tan contentos. Nos gusta no haberlo intentado, “total, ya sabía el resultado. Media vuelta, pasos inseguros, conocimiento corrupto, y a tu lado, cientos de derrotados orgullosos de no haber hecho nada, “total, ya sabíamos el resultado”.
Huele a humo, huele a gritos, a prisas, y nosotros también salimos corriendo. Cruzamos la calle con el convencimiento de haber matado a Dios, pero, ¡ay! Si Nietzsche levantara la cabeza, os aniquilaría uno a uno. Ya estás al otro lado, pollo, ya estás al otro lado. Acabas de comprobar como las leyes no sirven de nada, como los símbolos son inútiles, como eres capaz de elegir por mucha presión, por mucho peligro, por mucho terror. Has sido capaz de sacar la lengua, de reir, de ser un pirata burlón, pero, “es que lo hace todo el mundo”. Si todo el mundo alzara su mente, sus sueños, hacia un Valhalla mejor, hacia un Ávalon, si todo el mundo creyera en sí mismo y no viera necesario encender la tela para saber que el vertedero somos nosotros...
Lo más cruel y estúpido es que lo reconocemos. Injusticias, injusticias, injusticias... Alguién dijo delante de un espejo, y apareció el ser humano. “Oh, alguien pega a otro. Pero como ese alguien no soy yo, me suda la polla. Oh, alguien viola a otro alguien. Pero como no soy yo, me suda la polla.”, esa es la filosofía de nuestra vida. Tu filosofía. La de la vagueza. La de vivir sin mover un dedo creyendo que así vivirás más y mejor. Con la creencia de arrodillarte solo para practicar sexo oral, pero caballero, o señorita, estás equivocado, en cualquier momento puede suceder lo siguiente: “¡Eh! ¡Quieren pegarme y violarme! ¿Por qué nadie me ayuda?”, de hecho, ya te está sucediendo.
Llegas a casa, impregnado de un velo escarlata (no se lo digas a nadie, pero es la gente que has masacrado con tu incompetencia), te duchas, te vistes, te sientas, enciendes la tele, te dejas hipnotizar, y llamas a tu esposa.
-Cariño...
-¿Sí?
Podrías decirle la verdad. Podrías decirle que tu vida es una mierda, que ya no la amas, que nunca la amaste, que te follaste el otro día a una puta, que tu vida carece de sentido, que ir a trabajar, cruzar la calle, jugar sin echar monedas, es una rutina suicida.
Podrías, pero no lo haces. Tú sabes porqué, yo sé porqué.
-Te quiero-mientes.
Y esa noche, tal como en la anterior, y al igual que ocurrirá en la siguiente, aparece lo siguiente: