Fin del juego, nos dice la pantalla sin haber echado las monedas, circulares, brillantes, y oscuras. Fin del juego y nos quedamos tan contentos. Nos gusta no haberlo intentado, “total, ya sabía el resultado. Media vuelta, pasos inseguros, conocimiento corrupto, y a tu lado, cientos de derrotados orgullosos de no haber hecho nada, “total, ya sabíamos el resultado”.
Huele a humo, huele a gritos, a prisas, y nosotros también salimos corriendo. Cruzamos la calle con el convencimiento de haber matado a Dios, pero, ¡ay! Si Nietzsche levantara la cabeza, os aniquilaría uno a uno. Ya estás al otro lado, pollo, ya estás al otro lado. Acabas de comprobar como las leyes no sirven de nada, como los símbolos son inútiles, como eres capaz de elegir por mucha presión, por mucho peligro, por mucho terror. Has sido capaz de sacar la lengua, de reir, de ser un pirata burlón, pero, “es que lo hace todo el mundo”. Si todo el mundo alzara su mente, sus sueños, hacia un Valhalla mejor, hacia un Ávalon, si todo el mundo creyera en sí mismo y no viera necesario encender la tela para saber que el vertedero somos nosotros...
Lo más cruel y estúpido es que lo reconocemos. Injusticias, injusticias, injusticias... Alguién dijo delante de un espejo, y apareció el ser humano. “Oh, alguien pega a otro. Pero como ese alguien no soy yo, me suda la polla. Oh, alguien viola a otro alguien. Pero como no soy yo, me suda la polla.”, esa es la filosofía de nuestra vida. Tu filosofía. La de la vagueza. La de vivir sin mover un dedo creyendo que así vivirás más y mejor. Con la creencia de arrodillarte solo para practicar sexo oral, pero caballero, o señorita, estás equivocado, en cualquier momento puede suceder lo siguiente: “¡Eh! ¡Quieren pegarme y violarme! ¿Por qué nadie me ayuda?”, de hecho, ya te está sucediendo.
Llegas a casa, impregnado de un velo escarlata (no se lo digas a nadie, pero es la gente que has masacrado con tu incompetencia), te duchas, te vistes, te sientas, enciendes la tele, te dejas hipnotizar, y llamas a tu esposa.
-Cariño...
-¿Sí?
Podrías decirle la verdad. Podrías decirle que tu vida es una mierda, que ya no la amas, que nunca la amaste, que te follaste el otro día a una puta, que tu vida carece de sentido, que ir a trabajar, cruzar la calle, jugar sin echar monedas, es una rutina suicida.
Podrías, pero no lo haces. Tú sabes porqué, yo sé porqué.
-Te quiero-mientes.
Y esa noche, tal como en la anterior, y al igual que ocurrirá en la siguiente, aparece lo siguiente: