lunes, 18 de mayo de 2009

Al fondo del balcón




-¿Qué haces? ¿Qué demonios...? ¿Qué ha pasado aquí?

-Hola, cariño...

-¿Qué llevas en la mano? ¡Enséñamelo, estúpido!

-Tranquila... son solo drogas.

-Dios... pero, ¿qué has hecho? El whisky, el ron, el tequila, el vodka, todas la botellas vacías, todo patas arriba...

-Dios no tiene nada que ver con esto, la decisión ha sido mía, y solo mía. Necesito apoyarme en alguna parte, casi no puedo ver, casi.

-¿Qué has hecho? ¿Para esto me llamas? ¿Para ver como acabas contigo? ¿Para que vea lo mal que estás?

-No, para que me veas tal y como soy justo antes de morir. Porque creía que irme solo sería maravilloso pero empiezas a recordar lo que deberías y no deberías y me he acordado de ti. Me he acordado... Me he acordado del mundo y de las casualidades, de como nos encontramos, y de como nos separamos. Déjame que me siente, déjame que descanse.

-¿Cómo que morirte? Me estás asustando. ¡Llamaré al hospital!

-No.

-¡Estás fatal!

-No, por favor, no lo hagas.

-Déjame hacerlo.

-¡Noooo! ¡Acercate, ven, más cerca, y mírame a los ojos! ¡Mírame a los ojos!

-Dios... deja de llorar, déjame ayudarte.

-Mírame a los ojos y entiéndeme. Necesito irme. Necesito dejar de pensar y de creer que puedo ayudar al mundo con mis escritos, mi poesía, mis palabras. Por eso bebo y fumo, para olvidar que puedo pensar, para olvidar que soy una persona y creerme animal, como todos los de fuera. Para dejar de entrar en razón, y sentirme bien, aunque sea mentira. Como sus vidas, que son de mentira. Yo quiero vivir mi mentira, déjame vivir mi mentira, y morir de verdad.

-No, no hagas eso. Ve a un psicólogo, o algo. Necesitas ayuda.

-Eso dicen. Necesitas ayuda. Necesito ayuda por sentirme diferente, por no ser correspondido, por ser vapuleado y machacado. No, me equivoqué al nacer. Lo hice en el lugar, en la fecha, y en el cuando equivocado. No, no puedo quedarme, y tú lo sabes muy bien. ¿Sabes lo que cuesta ver que todo en lo que trabajas durante años se convierte en arena? ¿Sabes lo duro que es? ¿Sabes lo difícil que es comprender, que para eso por lo que tú creías que valías no existe?

-Llamaré a urgencias...

-¡NOOOOOOO! El mundo necesita una ambulancia. Yo necesito una explicación. ¿Por qué lo permite? ¿Por qué todo el mundo se queda tan tranquilo viendo como todo en lo que creían estalla en mil pedazos y se clava, como cristales afilados, en su pecho? Sí... ellos están como yo, doloridos al ver sus sueños rotos. Despiertan y todavía siguen ahí. No he conocido ni una sola persona que de verdad tenga ganas de vivir. Y yo me siento solo, sin ganas de nada. Ya no soy un guerrero, probablemente nunca lo fui. Los caballeros nunca existieron, solo la sangre y las cabezas cortadas. Los paisajes bucólicos, el carpe diem... Las damas de tez blanca como la nieve, murieron en sus cuadros, murieron en sus poemas, en sus relatos, al igual que yo muero en el mío.

-Por favor, no hagas esto.

-No llores, y escúchame.

-No quiero escucharte, ¿vale? Hay miles de motivos por los que vivir, hay miles de... de estupideces por las que seguir adelante. Puede que el mundo no sea perfecto, que la gente no sea la ideal, que muchos de los valores en los que crees ya no existan...

-...los valores han muerto...

-...pero hay gente que te espera y te respeta. Siempre hay sueños por los que luchar, sueños por los que seguir adelante, sueños por los que vivir.

-Hace tiempo que no duermo. Hace tiempo que no cierro los ojos, y al abrirlos, me siento descansado. Hace tiempo que no soy capaz de creer en nada, que me tumbo y empiezo a llorar como si fuera un bebé. Pero no hay madre que sepa consolarme, ni alimento que cubra mi hambre. Los idealistas han muerto, y su fruto ha llegado a la tierra, se ha podrido, y de la semilla solo han surgido espigas. Me duelen los pies, me duele la mirada. ¿Dónde está ahora ese que se acerca a limpiarte las impurezas? ¿O aquel último que solo le interesa la geometría? ¿Y aquel que ayudaba por ayudar? ¿Dónde está ese héroe? ¿Dónde están los héroes? Odio a los héroes por desaparecer de este mundo. Los envidio por haber comprendido que lo mejor era marcharse. Me marcho con los héroes, a aprender de ellos.

-No... las drogas hablan por mí.

-Las drogas hablan por mí pero con mis palabras. Con lo que siempre quise soltarle al mundo a la ¡CARA! ¿Sabes que pensé un día? Juzgar cada alma del mundo, y si no pasaba la criba, pum, bala en la cabeza. ¿Crees que voy de coña? Mira en ese cajón, ahí está el arma...

-...joder...

-Cuando la compré, me senté en este mismo sofá, la miré, la cargué, y rememoré los rostros de todas y cada una de las personas con las que me había cruzado. Sentí lástima. Tan perdidas...

-¡La gente no está tan perdida como piensas!

-Lo está más. La gente sonríe en la calle. Al chico que limpia las botas. Al que reparte periódicos. Al de las flores. Al del piano. Cuando llega a casa, ¿sabes que hace? Saluda a su familia, se mete en la ducha, y llora, confundiendo agua dulce con salada. Y para él eso es suficiente. ¡No cambiar su vida! ¡No cambiar su forma de ver las cosas! ¡No! ¡Llorar y redimirse! Por eso guardé el arma, porque si tenía que pegarle un tiro a todo aquel que no quiere cambiar, tendría que ser yo el primero. Sufro por querer cambiar la realidad. Y ahora mismo estoy siendo el primero en recibir esa bala, y duele mucho. Demasiado.

-No te rindas, por favor.

-Sí me rindo. Y esta vez te lo pido yo por favor. Si la gente no quiere cambiar, no quiere luchar, y quiere seguir rodeado de tanta mentira, de tantos engaños, y de tanta falsa felicidad, ¿no tengo yo derecho a desaparecer? ¿No tengo yo derecho a elegir que no quiero vivir rodeado de gente así?

-Es una locura.

-Sí, es una locura. Y ahora me voy de este mundo de asesinos. Yo jamás seré aclamado, jamás escribirán sobre mí, porque el arte ha muerto, los clásicos han sido enterrados, y solo importa la ignorancia. Sonríen porque creen que deberían sonreír, pero ni ellos mismos podrían asegurar porqué lo hacen. El arte ha muerto, y yo no puedo vivir en un mundo sin arte. No hay sitio aquí para gente como yo. No debería haber sitio para ningún tipo de gente. Me voy, y mientras el infierno esté vacío, tomaré el sol con los bandidos, los rufianes, y los románticos.

>>No digas nada, escuchame. Les tendí la mano. He visto delante de mí a gente sufriendo de verdad. Por los sentimientos, por una verdad, por una mentira. He intentado ayudar, y no he conseguido nada. No... la gente no quiere ser ayudada. El amor ha muerto.

-El amor nunca morirá.

-El amor siempre ha estado muerto. Lo dejamos tirado en la cuneta un día de nuestras antiguas vidas, y cuando descubrimos el crimen disfrazamos al primer estúpido que pasó. El amor ha muerto, y yo me voy con él.

-No... no te vayas...

-Sí, me voy. Diles a todos que he fracasado, diles a todos que les regalo mi orgullo, ¡que no lo quiero!

-No digas tonterías, no te vas a ninguna parte.

-Me voy... Debo irme. sujétame entre tus brazos, que al final de mis días sienta que existe algo... Sujétame no para vivir, sino para morir... que en el último segundo de mi vida, sienta de verdad...  

martes, 12 de mayo de 2009

Dime de lo que presumen...

Dificilmente podría expresarme yo mejor que el magnífico Cortázar, y dado que su alusión a los grupos movimientarios de lucha social es bastante acertada para esta entrada, ahí va, disfrutar de su prosa :D

"(...) En esos casos Oliveira agarraba una hoja de papel y escribía las grandes palabras por las que iba resbalando su rumia. Escribía, por ejemplo: "El gran hasunto", o "la hencrucijada". Era suficiente para ponerse a reír y cebar otro mate con más ganas. "La hunidad", hescribía Holiveira. "El hego y el hotro". Usaba las haches como otros la penicilina.
(...)

Ceder a la generosidad fácil y largarse a pegar carteles clandestinos en las calles le parecía una explicación mundana, un arreglo de cuentas con los amigos que apreciarían su coraje, más que una verdadera respuesta a las grandes preguntas.

(...)

Pero todo era escindible y admitía en seguida una interpretación antagónica: a carácter pasivo correspondía una máxima libertad y disponibilidad, la perezosa ausencia de principios y convicciones lo volvía más sensible a la condición axial de la vida (lo que se llama un tipo veleta) capaz de rechazar por haraganería pero a la vez de llenar el hueco dejado por el rechazo con un contenido libremente escogido por una conciencia o un instinto más abiertos, más ecuménicos por decirlo así.
"Más hecuménicos", anotó prudentemente Oliveira.

(...)

En todo caso Oliveira rechazaba esa salida del yo, esa invasión magnánima del redil ajeno, bumerang ontológico destinado a enriquecer en última instancia al que lo soltaba, a darle más humanidad, más santidad. Siempre se es santo a costa de otro, etc. No tenía nada que objetivar a esa acción en sí, pero la apartaba desconfiado de su conducta personal. Sospechaba la traición apenas cediera a los carteles en las calles o a las actividades de carácter social, una traición vestida de trabajo satisfactorio, de alegrías cotidianas, de conciencia satisfecha, de deber cumplido. Conocía de sobra a algunos comunistas de Buenos Aires y de París, capaces de las peores vilezas pero rescatados en su propia opinión por la lucha. En estas gentes la acción social se parecía demasiado a una coartada, como los hijos suelen ser la coartada de las madres para no hacer anda que valga la pena en esta va, como la erudición con anteojeras sirve para no enterarse de que en la cárcel de la otra cuadra siguen guillotinando a tipos que no deberían ser guillotinados. La falsa acción era casi siempre la más espectacular, la que desencadenada el respeto, el prestigio y las hestatuas hecuestres. (…) La traición era de otro orden, era como siempre la renuncia a centro, la instalación en la periferia, la amravillosa alegría de la hermandad con otros hombres embarcados en la misma acción. Allí donde cierto tipo humano podía realizarse como héroe, Oliverira se sabia condenado a la peor de las comedias. Entonces valía más pecar por omisión que por comisión. Ser actor significaba renunciar a la platea, y él parecía nacido para ser espectador en fila uno. "Lo malo", se decía Oliveira, "es que además pretendo ser un espectador activo y ahí empieza la cosa". Hespectador hactivo. Había que hanalizar despacio el hasunto"

(Rayuela, cap.90, Julio Cortázar)