viernes, 18 de septiembre de 2009

Dime con quién andas y te diré qué tomas



Septiembre es el mes de los reencuentros: reencuentros con la secretaria de la facultad, reencuentros con el “Singstars” de las vecinas, reencuentros con la profesora que te había suspendido en junio, con la factura del teléfono de agosto y, cómo no, con tus amigos. Además de los amigos de siempre, tienes a tus viejos amigos, esa gente de la que te has distanciado por unas causas o por otras, pero que siempre que coincides con ellos es una alegría y puedes estar hablando con ellos toda la noche. El secreto de este renovado interés por los viejos amigos es que, como no lo ves nunca, tenéis montones de cosas que contaros. Estos reencuentros, en mi opinión, son lo mejor que tiene el mes más temido del año, así se sobrelleva mejor el síndrome post-vacacional. Lo que me pasó recientemente es que tuve un reencuentro con un amigo del que había oído varias cosas (cosas que no vienen al caso). Unas serían mentiras y otras no, pero cuando hablé cara a cara con él tuve la oportunidad de escucharle hablar sobre esos rumores, y tener la certeza de que no intentaba ocultármelo, lo cual me demostró que a pesar de todo lo que pudiese contar la gente aburrida y resentida esa persona seguía siendo el chaval que conocí con quince años y que sí, había cambiado, igual que yo, pero no se había transformado en el monstruo que aquellos mojigatos iban pregonando.

Y ahora quiero entrar en el tema de verdad: la droga.

Estoy hasta los cojones de los pseudo-modernos que van a ver toda clase de aberrantes películas a la Filmoteca Regional sobre agujas hipodérmicas, brazos gangrenados y apuestos jóvenes que destrozan su vida por la coca, la heroína, el LSD y demás. Nosotros, mientras tanto, consumidores habituales de drogas legalizadas por el estado, como la extrema gilipollez, la puerilidad aberrante y la parálisis mental, llevamos nuestras gafapastas y nuestras boinas y flequillo desfilado a un lado, nos hacemos nuestras fotos superyonkis y quepedazofiestanoche. Pobre actor guapo, pobrecito. No te preocupes, porque él tiene dinero para pagarse su droga y sus clínicas de desintoxicación, sin embargo ya he visto la cara que pones cuando una persona REAL se mete una raya REAL y resulta que tiene un problema que no está detrás de la pantalla, que a lo mejor no tiene dinero para costearse la comida y su vicio, y lo mejor de todo, es que hace menos de dos años pasabas todas tus tardes en su compañía, te estabas yendo de fiesta con él, echándole de menos, y haciéndote fotos que subiríais a yourspace. Pero ha pasado el tiempo y ahora es un jodido yonki al que no te quieres acercar por si te contagia algo, y sobre todo porque mucha gente piensa que no es más que eso, un yonki, y me da igual lo que piense el resto del mundo, pero sí lo que opines tú, que supuestamente le conoces. Así que puedes seguir adoptando tu pose liberal, tolerante y moderna, de joven agnóstico y de izquierdas y colgando tu chapa de anarquía en tu mochila, sigue en tus trece mientras yo espero aquí a que te pegues una ostia contra el asfalto y despiertes de una vez de ese cuento de hadas. Y no me pidas que veamos otra vez Requiem for a Dream. Por favor, no me lo pidas otra vez.