martes, 27 de enero de 2009

Bienvenidos


Evolucionemos. Es así de simple. Puede parecer complejo, y en el fondo lo es. Pero no es más difícil que superar un problema, o que reírte en la cara del deber. Es mucho más sencillo, es querer.

Digo “evolucionemos”, pues yo también debo hacerlo, pues aún sufro y me da por llorar cada otoño, cuando las condiciones se vuelven adversas. Y no me quedo. Probablemente, si han construido un puente en mi mirada, es porque yo he querido, porque yo me he dejado, y no por merecerlo. Entiéndeme, me considero inútil. Pero a ti también te lo considero. Te considero un estorbo, pero te amo.

Eres un estorbo al no dejarme respirar. No tú, todos. Sois piedras que no dejan fluir el río. Lo cuestionáis sin saber muy bien porqué. Os amo porque yo también soy un trozo inerte de materia. Pero voy a ser orgulloso, o pretencioso, y jurar que estoy en otro lugar, lamiendo las suaves y azucaradas partículas de ese torrente llamado futuro, llamado libertad. Aprender de cada uno de los segundos, y no un simple riego de golpes sobre mi rostro futuramente marchito.

¡Ay, que trabajo nos cuesta pensar como debiéramos! Y voy a usar vuestras palabras sobre la moral, sobre lo bonito, lo bello, lo encantador, el príncipe azul, para machacaros el rostro con el cruel, estrangulador, agobiante, y bonito tacto de la realidad, esa en la que crees flotar y yo sólo veo como potas… Tan vil y vulgarmente, como si de nada se tratase, como si no fuera contigo, como si fueras especial.

Y lo eres. Eres especial. O, más bien, tienes la capacidad de serlo, de ser diferente, de ser potencialmente particular. Sin embargo, te frenas y miras a los lados, buscando miradas que asientan, y entonces tú puedas cruzar la calle. Vengo a guiarte un poco, a decirte cuando y porqué deberías mirar a los lados, pero, como eres así, simple y orgulloso (un defecto que espero poder reparar), te insultaré y te apuñalaré en la zona más hermosa de tu alma, donde más te duele. Quiero verte sangrar, y cuando lo hayas perdido todo, cuando sólo te quede gritar, grites, y te des cuenta de cuan hermosa es la soledad, de cuan hermosa es la imagen del espejo, de cómo tus músculos y tus ojos cambian con el fin de, bueno, ya sabes, evolucionar, pues eso busco, que evoluciones.

Para ello, voy a usar el arma más utilizada, tristemente despreciada, que tanto apartáis de vuestro lado, que tanto ignoráis: las palabras, esas que forman frases que forman párrafos que forman torrentes de ideas y os arrastran, pero el río que yo crearé será tan sumamente fuerte, tan letal, y a la vez tan hermoso, que sólo os aniquilará para limpiaros la mirada y haceros vivir de verdad, para resucitaros, para enseñaros el camino invisible, el camino de “elige lo que quieras”, no “lo que debas”, ni un “destruye cuanto quieras”, ¡no! No, y mil veces no.

Simple, cruel, triste, y bellamente, evolucionemos.

Bienvenidos.

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