
Miro a la izquierda, a la derecha, y contemplo rostros sedientos de libertad, hartos de palabras, plagados de orgullo... Sí, queréis volar, pero no lo intentáis. Como tontos, agitamos las alas con intención de despegar del suelo, “lo hemos visto en la tele”. Tan panchos, tan contentos, tan idiotas. El ave no vuela por tener alas, ni el avión, ni el trozo de papel trucado. No.
Entonces, ¿por qué? Por el impulso.
Ese toquecito, esa patada en los cuartos traseros, ese lanzar hacia arriba... las ideas. Sí, esa chispa, esa bomba que explota. Las ideas son el impulso que necesitamos para ser libres.
Todos queréis volar, pero ninguno sabe cómo, y todos os creéis libres:
“Hago lo que quiero, visto como quiero, veo lo que quiero, follo como quiero, pienso como quiero...”, y un largo etcétera de mentiras y calumnias.
¿Haces lo que quieres? Probablemente te preguntaré acerca de tu moral y demás, y qué casualidad, te parecerás en gran medida a la generación que te rodea.
¿Vistes como quieres? Dime qué escuchas, y te diré quien eres.
¿Ves lo que quieres? Te plantas delante del televisor a ver los mismos programas que todo el mundo, las mismas páginas que todos, las mismas gilipolleces.
¿Follas como quieres? Creído de mierda...
¿Piensas como quieras? Aquí, mejor, no comento nada, paso de hacer esfuerzos inútiles.
¿Qué podemos sacar de bueno de todo esto? ¿De toda esta sociedad? Pues, antiguamente, se decía “es como debe ser”. Todavía existen esos gilipollas propagando tales estupideces. Ya morirán, dejad pasar el tiempo. Yo quiero centrarme en ese relámpago entre oscuridad, nimio, tibio, pero certero.
Veo los dedos desnudos de una generación rozando los muros de ideales, intentando contemplar lo del otro lado, intentando llegar al otro extremo a través de sus alas, a través de sus gritos. Pero entonces, cometen un error: Miran a los lados. ¡Nefasto error! A los lados puede haber estúpidos, trozos de carne, cuyo único sentido sea el de decorar a su antojo la pared. Entonces quedaremos contaminados por ellos (nos guste o no, lo creamos o no), y se nos olvidará que el sentido de evolucionar no es llegar al otro lado, sino escalar, colocar los pies como podamos, impulsarnos, y...
Volar.
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