martes, 30 de junio de 2009

La incertidumbre.





Esa llamada que nunca llega. Ese beso que nunca te roza. Ese abrazo que no sabes si te llenará. Ese amor que no sabes si se acerca o se aleja. Ese sabor a marchito recorriéndote la garganta... Tan extraño y tan sincero...
Por encima de todas las emociones, la incertidumbre es la más sincera. ¿Por qué? Porque no nos dice nada. Nos pone el corazón a mil por hora, y tu vida se debate en un blanco y negro puramente existencial. No es ni felicidad ni tristeza. No es ni alegría de pena. Es un, "¿qué es?" que te agobia y te llena.
Y como todas las verdades de este mundo, intentamos evitarla a toda costa. Maldita sea ella y la sensación que deja sobre nuestro cuello.
La seguridad nos dice que el tatuaje nos gustará siempre, cuando sabemos que es mentira.
La tristeza nos dice que todo saldrá mal, cuando sabemos que es mentira.
Y la única furcia que nos dice que el mundo no es como nosotros pensamos, que no nos miente al fin y al cabo, es la que debe desaparecer.
Pero cuando surge... Tengan cuidado. Controlense, y simplemente dejensé llevar. Lo que tenga que llegar llegará, nos guste o no.
Pienso en esos jovencillos que no saben a que sabrán esos labios... a esos perdidos que dudan de su sexualidad... a esos pequeñajos que tanto les late el corazón cuando piensan en ciertos ojos... a esos que no comprenden los caminos que se les abren... a esos que no descifran del todo esos mensajes...
Si la incertidumbre desaparece, quiere decir que lo sabremos todo... que no habrá duda...
Y alguien dirá:
¿No sería eso aburrido?
No. Será el fin del mundo.

Entonces, ¿qué deciden ustedes? ¿Incertidumbre o no?

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