sábado, 7 de marzo de 2009

Mírate (1)

Era un hombre en apariencia normal, un tipo simpático y luchador, un tipo con un sombrero tan magullado por el paso del tiempo, por las constantes lizas, que había perdido el color tan vede que le caracterizaba.
Apoyaba sus manos encallecidas sobre la baranda blanca y sucia, observó el anaranjado atardecer con los ojos perdidos en la futura negrura, y le dedicó sus últimas palabras de caballero oscuro a nadie en particular:
-Abandono. Adiós a todo, a toda esperanza, a toda batalla, a todo cielo azul y a toda oportunidad de libertad, de justicia, y de palabras sinceras. Adiós a toda esa verdad bonita y placentera. Adiós a todos aquellos que querían ser ayudados y te empujaban cuando tendías la mano, los dedos, que ahora están tibios, que han perdido el color y son una simple mancha difuminada en la nada, una simple marcha a todas partes para encontrarme a mí mismo, y olvidaros a todos, pues ese fue el sentido de antes, y antes no tiene sentido, antes está perdido, e importa ahora, y no lucharé por alguien cuya capacidad de deducción le impide ser un Dios. Yo soy un Dios, y todos los que miro y no miro, lo son, pero no son capaces de crecer, de evolucionar: Se ofuscan en sus rincones, frente al ordenador, entre sus lágrimas estúpidas, con sus ideas impropias, navegando en amargados deseos, creyendo vivir extrañas fantasías, amando a nadie, masturbando gritos. Y ya estoy cansado, harto de tanto vino barato. Me largo. Adiós, hasta siempre.
A punto de cruzar el cruce estuvo. Un reflejo azul se posó a su espalda, lo observó, y le dijo...



Necesita ser continuado... ¿Alguién se ofrece?

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