domingo, 22 de marzo de 2009

"Que nos caló en unos segundos"


Nadie me obligará a recordarle.

Sombrero propio y espíritu revolucionario. Sueño en Italia, cabello canoso. No quería ser el último de la fila, debía escucharlo todo.

Un último cigarro.

Nos busca las cosquillas, nos busca el pesar de la realidad. Agujetas tras sus palabras, gafas nuevas tras salir por la puerta. Más y más ventanas. Nos da el aire en la cara, y nos apacigua la mirada.

Un último cigarro.

Todo esto es universitario, hablar sobre los cambios, intentar evitarlos, querer mejorarlos, pensar en los hombres lejanos, escribir y escribir, esculpir un futuro, soñarlo.

Un último cigarro.

Y por encima de todo, luchar por nosotros, luchar por vosotros, luchar por mí y de paso por ti, que para eso estamos, joder, porque podemos, porque puedo, y porque podemos. Y ya que somos caballeros, dibujemos Ávalon en la pizarra, donde seguro nos espera este hombre, que nadie me obligará a recordarle, pues ya lo estoy haciendo.

Y por él, un último cigarro.


Anarquista

- Gugleen Pepe Perona, y pinchen en el primer artículo que les aparezca- apunta “Google” en la pizarra-. “Proyecto Bolonia”. Es que esto es imposible… Déjense ustedes la carrera hasta el año que viene, tómense un año sabático porque esto no les va a llevar a ninguna parte…- fatigado, mira su reloj de pulsera, y parece descubrir el motivo de su ansiedad. Es la hora en punto-: Fumar.

Y abandona la tribuna.

Se podría decir que es la última imagen que tengo de él, y quizá aquella vez que padecía de “disfonía por hablar demasiado” y se dedicó a aconsejarnos en nuestros trabajos individualmente. Entonces se giró y me miró directamente: “¿Acaso piensa usted hacer este trabajo sola?” le diría que sí, con mi media sonrisa de “me has pillado”, aunque al final mi amigo Anarquista se atreviera a adentrarse conmigo en el extraño mundo del español coloquial, pero él nunca lo sabría, porque antes de entregarle los trabajos su cerebro se había pagado dejándole postrado en una cama, y a en punto ya no diría, como solía, “Fumar”, mientras yo me derretía en primera fila. En mi cuadernito azul, en los apuntes, en la agenda, me gustaba escribir entre corchetes todo lo que decía y más, todos los consejos que daba, todas las frases por las que querría recordarle, sin saber muy bien por qué, sin poder imaginar, ni por asomo, que a día de hoy habría deseado escribir mucho más de lo que escribí.

La primera vez que conocí a Pepe Perona y me dijo que “rallar, exuberante, injerir” no se escribían como yo pretendía, me cayó mal. Cuando nos dijo que éramos unos incultos que no sabían escribir ni había leído en su vida un libro decente, me cayó mal. El tercer día de clase, acepté que era verdad.

Hoy, ante la expectativa de que Pepe Perona no se pasará por la clase 1.1.bis ni siquiera para despedirse y a ver si le invitamos a un café en la cantina antes de irse a Italia… No puedo aceptar nada. No lo entiendo. Y, como aprendí de él en esta situación, lo único que se me ocurre hacer ante la insoportable levedad del ser es… fumar.


Bujum




1 comentario:

  1. luego dices que los porros... y fumar tabako kon tinta eskrita no es malo no.. jajjjjjaa

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